las palabras de las ciencias de la complejidad: de la ambigüedad al diálogo
La ciencia define, constantemente, nuevos usos del lenguaje: crea terminologías y taxonomías, genera nuevo vocabulario y da sentido nuevo a palabras del lenguaje no científico, de uso cotidiano. De hecho, el léxico conformado por neologismos científicos -especialmente gracias a la química- es mayor que el léxico conformado por palabras de uso común en cualquier lengua. Por otro lado, palabras provenientes de teorías específicas de la ciencia han pasado a ser de uso no científico, semi-científicos o pseudo científicos o simplemente se han extendido a otras prácticas del conocimiento. Palabras como relatividad, difuso, átomo, reforzaron y adquirieron nuevos significados que traspasaron la barrera del uso estrictamente científico o académico. La palabra entropía nació en el contexto científico, y sin embargo poco a poco ésta se filtra a un uso intelectual que comprende, entre otros, las artes. La filosofía analítica contribuye a que términos y conceptos de la ciencia pasen a tener sentido en contextos humanísticos, pero también la literatura y las artes. Palabras como caos, orden, fase, límite, diferencia, energía, potencia, infinito, fueron asimiladas por la matemática y las ciencias cuando éstas ya eran de dominio público. Y, en las últimas décadas, conceptos como inteligencia y conciencia han hecho que la propia ciencia haya desbordado sus propios límites o al menos se haya enfrentado a sus fronteras, debido a que estas expresiones tienen enormes cargas filosóficas y teológicas, pero también, y más importante, cotidianas.
Cuando en la década de los 90 el estudio del cerebro avanzó enormemente, ciencias como la psicología y la neurología se acercaron más que nunca, y algunos llegaron a pensar -y continuando pensando- que era posible un abordaje material de las emociones. El debate en torno a esto está encendido, pero, ¿qué es emoción? En el instante mismo en que se intente una definición precisa que pueda ser útil en el contexto de los fenómenos observables, la palabra se distanciará del uso cotidiano, complejo y polisémico.
¿A quién corresponde, por ejemplo, definir qué es la vida?; ¿a biólogos, físicos, químicos, filósofos, historiadores, literatos, periodistas, religiosos, místicos, metafísicos, maestros de escuela, padres?, ¿a todos ellos a la vez?, ¿a cada uno de nosotros? No interesa tanto lo que la palabra define, sino el diálogo que se crea en torno a ella. Una sola palabra, como vida, comprende un extenso diálogo transcultural y transtemporal, inacabable.
Una misma palabra en su contexto científico y en su contexto cotidiano define cosas distintas, pero no radicalmente distintas. En cada caso se configura según sus usos. Siguiendo una figura utilizada por Wittgenstein, dos significados de una palabra, en sus respectivos contextos, son como hermanos o primos, miembros de una misma familia: no son iguales pero se parecen, es posible que puntualmente no se puedan establecer equivalencias perfectas, pero guardan un aire común, un aire de familia. Es por esto que los debates de la ciencia no son diálogos al interior de una esfera cerrada y aislada, por el contrario poseen una superficie extensa y porosa que los hacen permeables y abiertos, y de hecho hacen parte y contribuyen a un diálogo mayor: la cultura.
Si tomamos como ejemplo la palabra caos, vemos que incluso en el contexto científico-académico, posee varios usos. Por un lado, en su versión más dura, existe una definición matemática: es una teoría definida por tres axiomas (un sistema dinámico es caótico si y sólo si: ...). Más allá de las matemáticas, en la química y la física, no hay una definición precisa pero denota ciertos tipos de manifestaciones dinámicas -relacionadas con las propiedades establecidas en los axiomas matemáticos, especialmente aquel que expresa el concepto de sensibilidad a condiciones iniciales-. Traspasando la frontera de la ciencia, la palabra caos en un contexto cotidiano es sinónima de desorden, una cualidad estática. Sin embargo, en un contexto cultural bastante más extendido que el científico, pero poseedor de alguna cultura científica, la palabra designa algo mucho más parecido a su uso en física; caos tiene que ver, por ejemplo, con la metáfora del aleteo de la mariposa que genera una tormenta, a la idea de la sensibilidad a las condiciones iniciales. Es decir, se asocia a un proceso, una dinámica en donde fenómenos de baja importancia desencadenan otros espectaculares. Muchos hemos pensado que en nuestro pasado pequeñas casualidades han modificado radicalmente nuestra vida, y que si se pudieran modificar pequeñeces imperceptibles en su momento, nuestro presente sería muy distinto. Y, probablemente, lo hemos equiparado al concepto de caos, al comportamiento del clima, a la metáfora de la mariposa. Por otra parte, como confirmación, Hollywood a tratado el tema en diversas ocasiones.
De los tres axiomas que definen un sistema dinámico caótico a un diálogo acerca de las cosas que hubieran podido pasar en nuestras vidas hay un recorrido conceptual continuo, no existe un muro paradigmático que los separe.
Las llamadas ciencias de la complejidad poseen un vocabulario muy amplio de uso científico a la vez que cotidiano. Esto ocurre por varias razones:
-Por un lado las ciencias de la complejidad eluden la especialización, debido a que son más transversales: tratan de fenómenos que se dan en varias escalas y en varios patrones de organización (desde un cúmulo de galaxias, a una civilización, hasta la formación de cristales).
-Las ciencias de la complejidad, a pesar de su nombre, ¡tratan de lo simple! Se ocupan de cómo lo simple y lo complejo se relacionan. O, desde otro punto de vista, tratan de cómo lo complejo surge de lo simple. En palabras del físico Gell-Mann: "complejidad superficial que surge de una simplicidad profunda".
-Varios de los aspectos más interesantes e importantes de las ciencias de la complejidad son esencialmente comprensibles o asimilables (reflexionables), en distintos grados de profundidad, sin necesidad de una educación científica secundaria. No es necesario conocer lo que es un espacio compacto, para entender, esencialmente, el proceso de formación de un fractal autosemejante. Ya que, de hecho, no es necesario conocer la definición algebraica de límite para entender en esencia a qué llevan ciertos procesos infinitos pero convergentes.
-Relacionado con lo anterior, hay narrativas de lo complejo muy populares: los fractales, los autómatas celulares, los comportamientos de comunidades de cazadores y presas, la impredictibilidad del clima, las paradojas de autocontenencia y la autorreferencialidad, el caos en los comportamientos bursátiles, etc... El efecto mariposa ha sido tan nombrado que ¡ya nadie sabe en qué parte del mundo aleteó la mariposa y en qué parte se originó la tormenta!
-Las ciencias de la complejidad tienen asociadas ciertos aspectos no científicos que tienen que ver con una comprensión distinta del mundo; una comprensión que de alguna manera evita lo que para algunos son "errores" tradicionalmente asociados a la ciencia moderna (mecanisismo, positivismo, reduccionismo...). Parece entonces que las aproximaciones desde la complejidad proponen una ciencia posmoderna. Así por ejemplo, Benoit Mandelbrot nos indica que los fractales implican una mirada (mecanismos de modelaje) menos simplista de la naturaleza, y Fritjof Capra propone que una ciencia holística, basada en la interrelación, implica una relación diferente, más harmónica, del humano occidental con la naturaleza. Ambos científicos escritores son, por demás, ampliamente leídos.
Para algunos, esta popularización de teorías, o al menos palabras, ha generado también confusión. No falta el matemático que se queje de que la palabra caos está siendo mal utilizada. Sin embargo, es inevitable: las palabras no tienen dueño, así como no se puede exigir a una palabra, ni existe ningún mecanismo de control para ello, que tenga un solo uso. En general, las palabras ambiguas y polisémicas, que admiten varios usos, son justamente las más interesantes: inteligencia, vida, emoción, poesía, belleza, punto, frontera, infinitud, todo, algo, razón, locura... La ambigüedad del lenguaje no es un problema sino todo lo contrario: crea pretextos para la aclaración, confronta visiones del mundo, es la materia prima de la poesía y del humor; en conclusión: genera diálogo.
Es por esto que las palabras y expresiones de las ciencias de la complejidad que son también de uso público extenido conforman una excelente superficie de comunicación entre científicos y no científicos, una interfase de diálogo, debate, especulación, poética, humor y reflexión, en torno a temas comunes.
Santiago Ortiz, 2005, texto escrito para el proyecto esferas , moebio.com